Desde su primer relato me convertí en una fiel Oyente. Hacía tiempo no escuchaba historias tan bien contadas: comenzó con ideales y tormentos del pasado, siguió con proyectos atrapantes y no terminó, dejando motivos convincentes para volver a ser escuchado.
El Contador de Cuentos (que a veces es Libro porque está lleno de personajes) llegó una noche de Mar y Luna que Yo estaba siendo Fuego acompañada por mi amiga Hada. El Fuego lo llamó, yo ya lo estaba esperando.
De esa noche de fuego, pasaron varias noches de cuentos y otras tantas de pasión. Yo sabía que me sería imposible resistirme a un narrador tan prolijo, a semejante escritor, a semejante lector. Estaba entusiasmada cada vez que sabía que iba a verlo.
Por suerte el deseo fue mutuo y no tuvimos que esperar mucho para estar piel a piel, siendo Uno de a ratos.
Cada vez que lo veo, el Cuentista me cuenta nuevas historias. Y yo lo escucho con la atención que me da la Bruja y la contemplación que me daba el Pájaro. Aunque a veces las historias se repiten, nunca son iguales. Sin embargo, hay algo en común en todos sus cuentos: lo que (creo que) me quiere decir con ellos, que (Eso no lo quiero contar) es lo que más me gusta de él.
Entre tantas palabras y tantas historias del pasado, aparecen besos y abrazos que nos traen al Presente, y entonces todo tiempo deja de existir. Y cuando se callan hasta los pensamientos, ahí, escucho lo más sincero de su Ser, y soy, entonces, consciente que elijo estar ahí, escuchando, contemplando, y amando. Por primera vez sin miedo, porque aunque no estoy segura de que sea inofensivo, sé que yo lo soy, soy amor y disfruto este momento.
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