domingo, 9 de agosto de 2015

El Contador de Cuentos.

Desde su primer relato me convertí en una fiel Oyente. Hacía tiempo no escuchaba historias tan bien contadas: comenzó con ideales y tormentos del pasado, siguió con proyectos atrapantes y  no terminó, dejando motivos convincentes para volver a ser escuchado. 
El Contador de Cuentos (que a veces es Libro porque está lleno de personajes) llegó una noche de Mar y Luna que Yo estaba siendo Fuego acompañada por mi amiga Hada. El Fuego lo llamó, yo ya lo estaba esperando.
De esa noche de fuego, pasaron varias noches de cuentos y otras tantas de pasión. Yo sabía que me sería imposible resistirme a un narrador tan prolijo, a semejante escritor, a semejante lector. Estaba entusiasmada cada vez que sabía que iba a verlo.
Por suerte el deseo fue mutuo y no tuvimos que esperar mucho para estar piel a piel, siendo Uno de a ratos.
Cada vez que lo veo, el Cuentista me cuenta nuevas historias. Y yo lo escucho con la atención que me da la Bruja y la contemplación que me daba el Pájaro. Aunque a veces las historias se repiten, nunca son iguales. Sin embargo, hay algo en común en todos sus cuentos: lo que
(creo que) me quiere decir con ellos, que (Eso no lo quiero contar) es lo que más me gusta de él.
Entre tantas palabras y tantas historias del pasado, aparecen besos y abrazos que nos traen al Presente, y entonces todo tiempo deja de existir. Y cuando se callan hasta los pensamientos, ahí, escucho lo más sincero de su Ser, y soy, entonces, consciente que elijo estar ahí, escuchando, contemplando, y amando. Por primera vez sin miedo, porque aunque no estoy segura de que sea inofensivo, sé que yo lo soy, soy amor y disfruto este momento. 

La Bruja.

-De la que siempre estuve enamorada- me escuchó contarle miles de historias. Siempre que vuelvo de un viaje tengo que verla y contarle todo (para ayudarla a despertar su magia, esa que tiene apagada, su magia blanca - Al menos eso creo yo-). 
No imagino vivir sin compartirle mis aprendizajes, sin tratar de invitarla a que vuele un rato, aunque no sea conmigo. 
Siempre me escucha atentamente, toma de mi lo que le sirve y lo usa para alguna posión que algún día se va a animar a tomar.
Tiempo atrás, mucho antes del Pájaro, la Brujita me había hechizado y yo vivía inmersa en esa brujería que escapaba a cualquier razón. Me mostró la oscuridad y me hice oscura. Me hice temerosa, desconfiada y triste, me apagué. 

Un día ya no pudo soportar en lo que me había convertido, ella también estaba siendo víctima de su propio embrujo, y me mandó a volar.
Con miedo y desconcierto, creí que sin la Bruja yo ya no era nada, porque había dejado de ser Yo y no me recordaba. Intenté en vano quedarme cerca, aferrada, pero sin darme cuenta ya estaba volando, y estaba convirtiendo toda esa oscuridad en Luz. 
Me llevó tiempo volver a encontrarme con la Bruja, pero cuando sucedió, ninguna de las dos éramos las mismas. Yo tenía alas, y luz para convidarle y ella supo necesitarme y recibirme, porque otra Bruja hacía con ella lo que ella había hecho conmigo.
Tuvimos que acostumbrarnos a que Ella ya no dominaba mis sentimientos y que Yo ya no era su prioridad... fue extraño, pero al cabo de un tiempo y breves intentos fallidos pudimos aprender, acomodarnos y ser auténticas la una con la otra. 

Después de tanto proceso con la Bruja compartimos nuestras más íntimas historias y nos ayudamos mutuamente. Ella siempre escuchando, yo siempre consolando. Muchas veces entendiéndonos sin hablar.
Nos une la incondicionalidad, que es más poderosa que cualquier hechizo, porque es con Amor, amistad y sin rencores.
Yo necesito su magia, y ella necesita mi calma.

El Pájaro.

Una vez me enamoré de un Pájaro. El Pájaro que me observaba en silencio y con ternura. Fue muy breve el tiempo que yo pude contemplarlo.
Cantamos juntos una noche, una sola, y otras cosas que (lamentablemente) no puedo recordar.
Días después lo vi partir con la convicción de que íbamos a reencontrarnos pronto. 

Pasó el tiempo y sin querer convertí esa noche borrosa en miles de posibilidades, en encuentros románticos y casuales, en vuelos compartidos, en abrazos alados.
Un año pasó, y ese pájaro sigue en algún lugar. Recordando, quizás, una sola noche sonriente o ni siquiera recordándola. ¿Me habré enamorado del Pájaro? ¿ O me enamoré de como voló, y me dejó libre de imaginar todas las historias que quisiera? Ese amor me dura hasta hoy, y ya ni yo sé si en realidad existe.