lunes, 18 de abril de 2016

¿Qué tan profundo puede ser el pozo?

Conocí la libertad, la paz y la hermandad.
Viví en familia y armonía, con el corazón lleno de tranquilidad.
Me amé y amé sin juzgar(nos).
Aprendí a abrazar y a decir 'no'.
Me detuve a mirar la mar agradecida con la vida.
 Medité en silencio y en compañías.
Lloré y me sentí muy bien por hacerlo.
Me reencontré con un amor de otra vida y nos volvimos a amar.

Me sentí cansada y atrapada, volví a la ciudad.
El cementó se endureció con mis pies enterrados.
 El amor me dijo 'tendrás que desapegarte' y comprendí.
 La amistad se hizo a distancia y los abrazos solo en sueños.
 Lloré, pero ya no quería hacerlo.
Volví a casa esperando un consuelo y recibí quejas.
 Me olvidé que acá las cosas son de otra manera.
 Me resigné al 'no queda otra' y me consolé con el 'ya pasará'.
 Me cansé. Estoy cansada.
Estoy triste y desganada.
No sé ya ni qué hacer ni cómo hacerlo.
 Una cosa lleva a la otra y me siento encerrada en mi laberinto.

Ni volver el tiempo atrás, ni que vuelva quién se fue.
 Quiero que este presente me deje de aplastar con mis miedos
y no quiero joderme nunca más.
El vacío en el pecho,
en el útero,

en el alma.
El dolor ya cansado
el ya nada sentir.
El ser todo faltal
y esta mierda que apesta.

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