Mimetizadas, conectadas, creo, llegamos juntas al plenilunio.
Mientras ella en la inmensidad de su esencia se mostraba creciendo, iluminada,
acaricié mi útero y me amé, reconciliándome conmigo y mis fantasmas.
Me abracé y me dormí, feliz y reencontrada...
no me sentí sola esta vez.
Pero este proceso que vengo atravesando, no pretende ser el más feliz y pleno...
La Luna me dio mis caricias pero no sin obligarme a que me replantee mis miedos.
Quizás con la fuerza que yo misma me había dado,
me entregué a la reflexión y la desnudez de mis sentires.
Asumir que amo, que siento y que extraño.
Quién soy y quién espero/pretendo ser.
Lloré a lxs hijxs del desamor, esxs que crecieron rodeados de violencia
y me lamenté no ser una diosa madre que pudiera ajusticiar la falta de amor en el mundo.
Quise fantasear con la idea de ser heroína
y me perdí tanto que no me dí cuenta que ni siquiera podía conmigo.
Fue intensa esta Luna, ¿cuál no lo es?
Estoy intensa yo también.
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